Que tu jubilo no sea tan extravagante que intoxique tu mente, ni tu dolor tan pesado que deprima tu corazón. Este mundo no ofrece un bien que nos transporte de esa manera, ni ningún mal tan severo que te lleve demasiado arriba ni te hunda demasiado debajo del equilibrio de la moderación.
¡Mira! Allá esta la casa de la Alegría. Esta pintada por fuera y luce alegre; la puedes conocer por el ruido continuo de exaltación y jubilo que de ella proviene.
La dueña esta a la puerta y llama a todo transeúnte; ella canta grita y ríe sin cesar.
Los invita a entrar a gustar de los placeres de la vida, que, según ella dice, no se hallan en ninguna parte sino debajo de su techo.
Pero no entres por la puerta sino tienes gran cuidado; no te reúnas con quienes frecuentan esa casa de manera indebida e inmoral.
Ellos se llaman los hijos de la Alegría, ríen y se sienten encantados; pero la locura y la demencia están en todas sus acciones.
Ellos van de la mano con las travesuras y sus pasos los llevan al mal. Los peligros los rondan y el pozo de la destrucción abre su boca debajo de sus pies.
Mira ahora hacia el otro lado y veras en aquel valle sombreado por arboles y oculta a la vista de los hombre, la casa de la Tristeza.
El pecho de ella se mueve con sus suspiros, su boca está llena de lamentaciones, se complace en ocuparse de la humana miseria.
Ella mira los accidentes comunes de la vida y llora, las flaquezas y maldades del hombre son tema constante en sus labios.
Para ella, toda la naturaleza está llena de mal, todo objeto que ella mire se mancha con los tintes sombríos de su propia mente, y la voz de las quejas entristece su morada noche y día.
No te acerques a su celda; su aliento es contagioso; ella destruirá los frutos y marchitara las flores que adornan y embellecen el jardín de la vida.
Que al evitar la casa de la Alegría; tus pies no te lleven traidoramente a las cercanías de esta mansión funesta.
Prosigue con cuidado en el sendero del medio, que te llevara en suave ascenso al seno de la Tranquilidad.
Con ella vive la paz, con ella viven la seguridad y el contento. Ella es alegre, pero no escandalosa; ella es seria, pero no grave; ella ve las alegrías y tristezas de la vida con una mirada equilibrada, igual y firme.
Desde aquí, como desde una eminencia, contemplaras la locura y la miseria de aquellos que, guiados por la alegría de sus corazones, viven con los compañeros de júbilo y del gozo escandaloso; o, infectados por la sombría melancolía, pasan sus días lamentándose de las adversidades y calamidades de la vida humana.
A ambas las contemplaras con comprensión, y el error de sus respectivas modalidades impedirá que tus pies se extravíen.
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