Tú que eres padre, considera el valor de lo que se te ha confiado; al ser que has producido tienes el deber de sostenerlo.
También depende de ti el que resulte el hijo de tu pecho una bendición o una maldición para ti mismo; un miembro útil o sin valor alguno para la comunidad.
Desde temprano, prepáralo con la instrucción y sazona su mente con máximas de verdad.
Observa sus inclinaciones, enderézalo en su juventud y no permitas que los malos hábitos se afirmen al correr de sus años.
Así crecerá como el cedro de las montañas; su cima podrá verse sobre los árboles del bosque.
Un mal hijo es un reproche a su padre; pero el que procede bien es una honra para sus cabellos blancos.
El terreno es tuyo, no lo dejes sin cultivo; la semilla que siembres esa misma cosecharás.
Enséñale obediencia y él te bendecirá; enséñale modestia y él no se avergonzará.
Enséñale gratitud y recibirá beneficios; enséñale la caridad y alcanzará el amor.
Enséñale la .templanza y tendrá salud; enséñale la prudencia y la fortuna acudirá a él.
Enséñale justicia y será honrado por el mundo; enséñale sinceridad y su propio corazón no lo reprochará.
Enséñale diligencia y su fortuna crecerá; enséñale benevolencia y su mente será enaltecida.
Enséñale la ciencia y su vida será útil; enséñale religión y su muerte será feliz.
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