Como las ramas de un árbol devuelven la savia a la raíz, de donde vino; como un río derrama su corriente en el mar, de dónde provino, así el corazón del agradecido se deleita en devolver el beneficio recibido.
Reconoce él sus obligaciones con alegría; mira a su benefactor con amor y estima.
Y si no estuviere en su mano el hacer retribución, mantiene el recuerdo en su pecho con amabilidad, y no lo olvida en todos los días de su vida.
La mano del generoso es como las' nubes del cielo, que riegan la tierra, las frutas, las hierbas y las flores; pero el corazón del ingrato es como la arena del desierto, que se traga con avidez las flores que caen y las entierra en su pecho y no producen nada.
No envidies al benefactor, ni trates de ocultar el beneficio que te ha dado, pues aunque es mejor que te deban y no que tú debas, aunque el acto de la generosidad produzca admiración, sin embargo, la humildad de la gratitud conmueve el corazón y es grata tanto a los ojos de Dios como a los ojos de los hombres.
Pero no recibas un favor de la mano del orgulloso, nada debas al egoísta y al avaro; la vanidad del orgullo te expondrá a la vergüenza; la avidez del avaro jamás estará satisfecha.Descarga y comparte la siguiente imagen:
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