La naturaleza te impulsa a la inconstancia, ¡oh hombre! por lo tanto cuídate siempre de ella.
Desde el vientre de tu madre eres diverso y voluble; desde los riñones de tu padre heredas la inestabilidad: ¿Cómo habrás de ser firme?
Quienes te dieron un cuerpo te dotaron can debilidades; pero Aquel que te dio un Alma, te armó con resolución. Empléala y serás sabio; sé sabio y serás feliz.
Que aquel que hace el bien tenga cuidado como se alaba de él; porque rara vez lo hace de su propia voluntad.
¿No es un impulso que viene de fuera, nacido de la incertidumbre, forzado por cosas accidentales, que depende de alguna otra cosa? Entonces, es a todo eso, y a lo accidental, a quienes se debe la alabanza.
Cuídate de ser irresoluto en tus proyectadas acciones, cuídate de la inestabilidad en la ejecución; así triunfarás de dos grandes fallas de tu naturaleza.
¿Qué reprocha más la razón sino las acciones contrarias? ¿Qué puede suprimir la tendencia a ésta, si no es la firmeza de mente?
El inconstante siente que cambia, pero no sabe por qué; ve que se escapa de sí mismo, pero no advierte cómo. Sé incapaz de cambio en lo que es recto, y los hombres contarán contigo.
Establece en ti los principios de la acción, y cuida de proceder siempre de acuerdo con ellos.
Asegúrate primero de que tus principios son justos, y luego sé inflexible en el camino de ellos.
Así tus pasiones no tendrán gobierno sobre ti, así tu constancia te asegurará el bien que posees y arrojará de tu puerta a la desgracia. La ansiedad y el desengaño serán extraños a tus puertas.
No sospeches mal de nadie, hasta que lo veas; y cuando lo veas, no olvides de perdonar.
¿Cómo podrán ser rectas las acciones de quien no tiene gobierno de la vida? No puede ser justo nada que no proceda de adentro.
El inconstante no tiene paz en el Alma; tampoco podrá sentirse confiado aquel con, quien él trata.
Su vida es desigual; sus movimientos irregulares; su razón cambia como cambia el día.
Hoy te ama él, mañana te detestará; ¿y por qué? él mismo no sabe porqué amaba ni por qué odia ahora.
Hoy es tirano, mañana más sumiso que tu siervo; ¿y por qué? el que es arrogante sin tener fuerza será servil aunque no haya sujeción. .
Hoy es profuso, mañana tragará con repugnancia lo que debe comer. Así sucede al que no tiene moderación. ¿Quién dirá que es negro el camaleón, cuando un momento después el verdor de la hierba lo cubrirá?
¿Quién dirá del inocente que es alegre, cuando su próximo aliento será un suspiro?
¿Qué es la vida de ese hombre sino el fantasma de un sueño? Por la mañana se levanta feliz, a mediodía está en el potro del tormento; en esta hora es un dios, a la siguiente será menor que un gusano; en un momento ríe, y en el siguiente llora; ahora quiere, dentro de un instante no querrá, y más tarde no sabrá si quiere o no quiere.
Sin embargo, ni la comodidad ni el dolor se han fijado en él; no ha llegado a ser mayor, ni menor; no tiene causa para reír, ni razón para sufrir; por lo tanto ninguna de ambas cosas permanecerá con él.
La felicidad del inconstante es como un sitio construido en la superficie de la tierra; el viento al soplar se lleva sus cimientos; ¿será entonces extraño que sé derrumbe? ¿Pero qué exaltada forma es ésta que dirige hacia acá su carrera uniforme e ininterrumpida? ¿Cuyo pie está en la tierra y cuya cabeza por encima de las nubes? ¡Este es el ser constante!
En su frente está la majestad; la firmeza en su porte, y en su corazón reina la tranquilidad.
Aunque aparezcan obstáculos en su camino, él no se digna mirarlos; aunque cielo y tierra se opongan a su paso, él avanza.
Las montañas se hunden bajo sus pies; las aguas del Océano se secan bajo sus plantas.
El tigre se lanza en vano a través de su camino; ni siquiera se fija en las manchas del leopardo que están frente a él.
Marcha él en medio de legiones que combaten; con su mano aparta los terrores de la muerte.
Las tempestades rugen contra sus hombros, pero no pueden sacudirlo.
El trueno revienta en vano por encima de su cabeza, el relámpago sólo sirve para iluminar la gloria de su rostro.
¡Su nombre es; resolución!
El viene de la parte superior de la tierra; él mira la felicidad desde lejos; sus ojos descubren el templo de ella más allá de los límites del polo.
El marcha hacia ella, avanza con audacia y permanece allí para siempre.
Pon tu corazón, ¡oh hombre! en lo que es recto; y aprende luego que la mayor alabanza humana es ser inmutable.
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