El Alma alegre forja una sonrisa en el rostro de la aflicción; pero el pesimismo del triste amortigua hasta el brillo de la alegría.
¿Cuál es el origen de la tristeza, si no es la debilidad de la mente? ¿Qué es lo que le da fuerzas, si no es la falta de razón? Apréstate para el combate y ella abandonara el campo antes de que ataques.
Ella es enemiga de tu raza, expúlsala por lo tanto de tu corazón; ella envenena la dulzura de tu vida, y por lo tanto no la dejes entrar en tu morada.
Ella convierte la pérdida de una paja en la destrucción de tu fortuna. Mientras ella apesadumbra tu mente con pequeñeces, te roba la atención a las cosas mayores. Lo que ella parecía que te hacía, apenas te lo profetizaba.
Ella tiende un velo de somnolencia sobre tus virtudes, a las que oculta a las miradas de aquellos que te honrarían al contemplarlas; ella las enreda y las somete cuando más necesarias te son.
Ella te oprime con el mal y te ata las manos cuando podrías librarte de la carga que te oprime.
Si quieres evitar lo que es bajo, si quieres desdeñar lo que es cobarde, si quieres expulsar de tu corazón lo que es justo, no permitas que la tristeza te domine.
No le permitas que se disfrace con la apariencia de la piedad; no dejes que te engañe con una apariencia de sabiduría. La religión rinde honores a su Hacedor; no permitas que ese honor se nuble con la melancolía.
La sabiduría te hace feliz, pero el dolor es extraño a aquella.
¿Por qué se entristece el hombre si no es por las aflicciones?
¿Por qué renuncia su corazón a la alegría; cuando la causa de ella no ha escapado? ¿Ese ser no se entrega al infortunio sólo por el infortunio mismo?
Como la plañidera que luce triste porque para eso la han contratado, que Hora porque le pagan sus lágrimas, así es el hombre que permite que su corazón esté triste, no porque sufra de nada, sino porque él es sombrío.
No es la ocasión lo que produce el pesar, porque la misma cosa dará goce a otra persona.
Pregunta a los hombres si sus tristezas hacen mejor las cosas, y ellos mismos te confesarán que eso sería una locura; no, ellos alabarán a quien soporta sus males con paciencia, a quien hace frente con valentía a la desgracia. Después de aplaudir deberíamos imitar.
La tristeza es contraria a la naturaleza, porque perturba su acción; hace desagradable a todo lo que ella hizo grato.
Como la encina cae con la tempestad Y no levanta de nuevo su cabeza, así se rinde el corazón del hombre a la fuerza de la tristeza, sin regresar más a su fortaleza anterior.
Como la nieve de las montañas que se funde con la lluvia que rueda por las laderas, así las lágrimas deshacen la belleza al rodar por las mejillas, Y ni la una ni la otra vuelven jamás a ser lo que eran antes.
Como la perla es disuelta por el vinagre, que al principio sólo parecía oscurecer su superficie, así es tu felicidad, ¡oh hombre! que queda devorada por la aflicción del corazón, aunque al principio parecía ésta cubrir no más su sombra.
Mira la tristeza por las calles; obsérvala: ¿no evita ella a cada uno? ¿Y no huye cada uno de su presencia?
Mira cómo ha inclinado la cabeza como la flor cuya raíz quedó cortada; mira cómo baja el rostro hacia la tierra; mira cómo ella solo sirve para llorar.
¿Existe algún discurso en sus labios? ¿Hay en su corazón amor por la sociedad? ¿Hay razón en su mente? Pregúntale la causa, y verás que no la sabe; averigua cuál fue la ocasión, y verás que no hubo ninguna.
Sin embargo, a ella le falta la energía; y finalmente se hunde en la tumba, sin que nadie diga: ¿qué le ha sucedido?
¿Tienes comprensión y no ves esto? ¿Tienes piedad y no percibes tu propio error?
Dios te creó por misericordia; si El no hubiera dispuesto que fueras feliz, su bondad no te habría dado la existencia; ¿cómo, entonces, te atreves a huir de Su Majestad?
Mientras eres más feliz en la inocencia, más honor haces a Él, ¿y cuál es tu descontento, si no es que murmuras contra El?
¿No creó todas las cosas sujetas a cambios? ¿Y te atreves a llorar porque cambian? ¡Esa es la ley!
Si conocemos la ley de la naturaleza, ¿por qué nos quejamos de ella? si la ignoramos, ¿a quién acusamos sino a nuestra propia ceguera de lo que cada momento nos da? Debes saber que no eres tú quien da leyes al mundo; lo que te toca hacer es armonizarte con ellas, a medida que las encuentres.
Si ellas te incomodan, tus quejas sólo aumentan tu tormento.
No te engañes con bellas apariencias, ni creas que el dolor cura el infortunio. Es un veneno bajo la apariencia de un remedio; cuando pretende sacar la flecha de tu pecho, lo que hace es hundirla en tu corazón.
¿Cuando la tristeza te separa de tus amigos, no dice: "No estás preparado para conversación"? Cuando te lleva a los rincones, ¿no proclama que está avergonzada de sí misma?
No está en tu naturaleza el recibir las flechas de la mala fortuna sin lastimarte; ni la razón te lo exige, es tu deber soportar la desgracia como un hombre, pero primero debes también sentir como un hombre.
Las lágrimas pueden caer de tus ojos, aunque la virtud no caiga de tu corazón. Ten cuidado de que no haya causa para ello; y de que no fluyan con demasiada abundancia.
La magnitud del mal no se mide por el número de las lágrimas que se derraman. Los mayores dolores están por encima de ese testimonio, del mismo modo que las mayores alegrías están más allá de la expresión.
¿Qué cosa debilita la mente tanto como el dolor? ¿Qué la deprime tanto como la tristeza?
¿Está preparado el triste para las nobles empresas? ¿O está armado para defender la causa de la virtud?
No te sujetes a males si no has de recibir en cambio ventajas, ni sacrifiques los medios del bien por aquello que es mal en sí.
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