¿Si vano e inconstante eres, cómo podrás no ser débil? ¿No está unida la inconstancia con la fragilidad? ¿Podrá haber vanidad sin flaquezas? Evita el peligro de aquella y escaparás al daño de las otras, ¿En qué eres más débil? En aquello en que pareces ser más fuerte; en aquello en que más te glorias; hasta en poseer las cosas que tienes; en usar el bien que te rodea. 
¿No son frágiles también tus deseos? ¿O sabes siquiera qué es lo que deseas? Cuando has obtenido lo que más buscabas, he aquí que no te contenta. 
¿Por qué pierde su atractivo el placer que está ante ti? ¿Y por qué parece más encantador lo que todavía no ha venido? Porque estás cansado del bien que tienes, porque no conoces el mal de lo que no está contigo. Aprende que estar contento es ser feliz. 
¿Si pudieras escoger tú mismo, si tu Creador pusiera ante ti todo lo que tu corazón pudiera pedir: permanecería entonces contigo la felicidad? ¿O viviría siempre la alegría en tu puerta? 
¡Ah! tu debilidad lo impide, tu flaqueza se declara en contra. La variedad reemplaza en ti al placer; pero lo que deleita permanentemente tiene que ser permanente. 
Cuando se va, te arrepientes de su pérdida; aunque, cuando estaba contigo, lo desdeñabas.
Lo que viene después no tiene más placer para ti; y luego te pelearás contigo mismo por haberlo preferido; ¡esta es la única circunstancia en que no te equivocas! ¿Hay algo en que aparezca tu debilidad más que en el deseo de las cosas? En la posesión y en el empleo de ellas.
Las cosas buenas dejan de ser buenas si gozamos de ellas torcidamente. Lo que la naturaleza dotó de pura dulzura, se convierte en fuente de amargura para nosotros; de esas delicias surge el dolor, de esas alegrías, la  tristeza. 
Sé recto en tu goce, y permanecerá en tu poder; que tu alegría esté fundada en la razón, y la tristeza estará ausente.
Las delicias del amor comienzan por suspiros y terminan en languidez y abatimiento, si el objeto de tu pasión te da las náuseas de la saciedad; y tan pronto como lo has poseído, te cansas de su presencia. 
Agrega a tu admiración el aprecio, une la amistad a tu amor; así hallarás al fin un contento tan absoluto, que sobrepasará al delirio, la tranquilidad valdrá más que el éxtasis. 
Dios no te ha dado ningún bien sin su mezcla de mal; pero te ha dado también los medios de eliminar de él el mal. 
Como la alegría no existe sin su mezcla de dolor, así tampoco hay tristeza sin su porción de placer. La alegría y el duelo, aunque Son desemejantes, están unidos. Solo nuestra elección nos permite obtenerlos de manera única. 
La misma melancolía da a veces placer, y la extrema alegría está mezclada con lágrimas.
Las cosas mejores, en las manos de un tonto, pueden llevarlo a su destrucción; y en las cosas peores halla el sabio medio para el bien. 
Tan fundidas están la fortaleza y la debilidad en tu Alma y en tu cuerpo, ¡oh hombre! que no tienes fuerzas ni para ser bueno ni para ser malo, de manera completa. Alégrate de que no puedas descollar en el mal, y deja que el bien que está dentro de tu Alma te mantenga contento. 
Las virtudes están asignadas a diversas condiciones. 
No busques lo imposible, ni te aflijas que no puedas, poseerlas a todas. 
¿Quisieras tener al mismo tiempo la liberalidad del rico y el contento del pobre? ¿O deberás despreciar a la esposa de tu pecho, porque no tiene ella los conocimientos de la viuda? 
Si en las contiendas internas del país, cayera tu padre ante ti, podría tu justicia destruirlo al mismo tiempo que tu deber le salvara la vida? 
¿Si ves a tu hermano en la agonía de una muerte lenta, no estaría tu misericordia en poner fin a su vida? ¿Y no acarrearía también la muerte cometer así un asesinato?
La verdad es solo una; tus dudas son hija tuyas. Aquel que hizo las virtudes como son, plantó también en ti un conocimiento de la importancia de ellas. Actúa como el Alma te lo dicte, y el fin será siempre correcto.
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