El empleo más noble de la mente del hombre es el estudio de las obras de su Creador. 
A quien se deleita con la ciencia de la naturaleza, todo objeto le da una prueba de Dios; todo aquello que le da esa prueba lo induce a la adoración. 
Su mente se eleva al cielo a cada instante, su vida es un acto continuo de devoción.
¿Si eleva los ojos hacia las nubes, no halla el cielo lleno de maravillas? ¿Si mira hacia la tierra no proclama el gusano: "algo menor que la omnipotencia no hubiera podido formarme"? 
Si los planetas siguen su curso, si el sol permanece en su sitio, si el cometa vaga por el aire líquido y regresa a su camino predestinado, ¿quién sino tu Dios ¡oh hombre! podría haberlos formado? ¿Qué cosa sino la sabiduría infinita hubiera podido asignarle sus leyes? 
¡Mira qué terrible su esplendor! Y sin embargo no disminuye. ¡Qué rápidos sus movimientos! Y sin embargo ninguno se atraviesa en el camino de otro. 
Mira a la tierra y sus productos; examina sus entrañas y ve lo que contienen; ¿no son la sabiduría y el poder quienes han ordenado todo? 
¿Quién pide a la hierba que salga? ¿Quién la riega en la debida estación? Mira como el buey la come, el caballo y la oveja se alimentan con ella, ¿quién es quién se las da? 
¿Quién aumenta el grano que siembras? ¿Quién te lo devuelve multiplicado por mil? 
¿Quién madura para ti la oliva a su debido tiempo? ¿Y la uva, cuya causa no conoces? ¿Puede la más pequeña mosca crearse a sí misma? ¿Si tú fueras algo menos que Dios, podrías haberla formado? 
Las bestias sienten que existen, pero no piensan en ello; gozan con la vida, pero no saben cómo acabarán. Cada una sigue su curso sucesivamente, y no se pierde una especie en mil generaciones.
Tú que ves que el todo es tan admirable como sus partes, ¿puedes emplear mejor tus ojos que en descubrir la grandeza de tu Creador mientras contemplas; ni usar mejor tu mente que examinando sus maravillas? 
El poder y la misericordia están patentes en su formación; la justicia y la bondad brillan en el cuidado que se les da; todos son felices de diversas maneras, ninguno envidia al otro.
¿Qué es el estudio de las palabras comparado con éste? ¿En qué ciencia hay conocimientos, sino en el estudio de la naturaleza? 
Cuando hayas adorado la obra, averigua su empleo, porque debes saber que la tierra no produce nada sino lo que pueda ser bueno para ti. ¿No son los alimentos, y el atavío los remedios para tus enfermedades, derivados todos de esta única fuente? 
¿Entonces quién es sabio si no es aquel que sabe? ¿Quién tiene comprensión si no es aquel que la contempla? Por lo demás, prefiere a toda otra cosa la ciencia que tenga mayor utilidad, el conocimiento que tenga menos vanidad, y aprovéchalos en bien de tu vecino.
Vivir y morir, ordenar y obedecer, hacer y padecer, ¿no es de esto de todo lo que tienes que ocuparte? 
La moralidad te enseñará todo esto; la economía de la vida te lo pondrá delante. 
Todo esto está escrito en tu corazón y sólo necesitas que te lo recuerden; es fácil de concebir; sé atento y lo retendrás.
Todas las otras ciencias son vanas, todo otro conocimiento es arrogante; no es necesario ni beneficioso para el hombre, ni lo hace mejor o más honesto.
Sé piadoso para con tu Dios y benévolo para con tu prójimo, ¿No son estos, tus grandes deberes? ¿Qué cosa podrá enseñarte mejor el primero de ellos, como el estudio de sus obras? ¿Qué Cosa te informará mejor acerca del segundo, si no es la comprensión de tu responsabilidad?
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