Feliz el hombre que ha sembrado en su pecho la simiente de la benevolencia; su fruto será la caridad y el amor.
Desde la fuente de su corazón brotarán los ríos de la bondad; y las corrientes crecerán y se derramarán para beneficio de la humanidad.
Ese hombre ayuda al pobre en sus dificultades, se regocija en fomentar la prosperidad de todos los hombres.
No censura él a su vecino, no cree en los cuentos de la envidia y de la malevolencia, ni respeta sus calumnias.
El perdona las injurias de los hombres, las borra de su recuerdo; la venganza y la malicia no hallan sitio en su corazón.
Por mal no devuelve él mal; no odia ni a sus enemigos, sino que perdona la injusticia de ellos con amistosa amonestación.
Los dolores y angustias de los hombres excitan su compasión; él trata de aliviar el peso de sus desgracias y el placer del triunfo le recompensa sus trabajos.
El aplaca al furioso, arregla los pleitos de los coléricos e impide los destrozos de la lucha y de la animosidad.
Fomenta en su vecindad la paz y la buena voluntad y su nombre es repetido por todos con alabanzas y bendiciones.
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