Ignorante y bajo como eres, oh, hombre; humilde como debieras ser, oh hijo del polvo, ¿quieres elevar tus pensamientos hasta la sabiduría infinita? ¿Quisieras ver la omnipotencia extendida ante ti? Contempla tu propio cuerpo.
Estás hecho de manera terrible y maravillosa; por lo tanto alaba a tu Creador con temor y regocíjate ante El con reverencia.
¿Por qué entre todas las criaturas eres tú la única, que está erecta, si no es para que contemples sus obras? ¿Por qué habrás de contemplarlas, si no es para que las admires? ¿Por qué has de admirarlas, si no es para que adores a su Creador que es también el tuyo?
¿Por qué reposa en ti una conciencia? ¿Y desde dónde llega hasta ti?
No está en la carne el pensar; no está en los huesos el razonar. El león no sabe que los gusanos lo han de devorar; el buey no comprende que lo alimentan para llevarlo al matadero.
Te han dado algo que es distinto a lo que ves; tu barro está animado con algo que es superior a todo lo que afecta a tus sentidos. ¿Qué es eso?
Tu cuerpo sigue siendo materia perfecta después que ESO se ha ido, por lo tanto ESO no es parte de aquella; ESO es inmaterial, por lo tanto es eterno; ESO es libre para actuar; por lo tanto ESO es responsable de sus acciones.
¿Conoce el asno el uso de los alimentos sólo porque sus dientes mordisquean la hierva? ¿O marcha erecto el cocodrilo por ser su espinazo recto como el tuyo?
Dios te formó como los formó a ellos; después de todos ellos fuiste creado; te dieron superioridad y mando sobre todo, y con su propio aliento te comunicó El tu esencia consciente.
Conócete a ti mismo, pues, el orgullo de su creación, el eslabón que une lo divino y la materia; contempla dentro de ti una parte de Dios mismo: recuerda tu propia dignidad y no oses descender al mal o la bajeza.
¿Quién puso el terror en la cola de la serpiente? ¿Quién cubrió el cuello del caballo con el trueno? Aquel mismo que te ordenó aplastar aquella con tus pies y domesticar al otro para tu servicio.
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