Como los días que han pasado se fueron para siempre, y como los que están por venir pudieran no llegar a ti en el estado `presente de tu ser, te es necesario, ¡oh hombre! emplear el estado presente sin lamentar la pérdida de lo pasado, o sin contar demasiado con lo que ha de venir, porque de tu estado próximo nada puedes saber, excepto lo que tus acciones de ahora dispongan para él. 
Este instante es tuyo; el próximo está en el vientre de lo futuro y no sabes lo que podrá traer; la madurez de lo que no ha nacido está de acuerdo con la ley.
Cada estado futuro es lo que has creado en el presente.
Lo que resuelvas hacer hazlo pronto. No dejes para la tarde lo que puedas hacer en la mañana.
La ociosidad es madre de la carencia y el dolor; pero el trabajo del Bien produce placer.
La mano de la diligencia derrota a la necesidad; la prosperidad y el triunfo son los ayudantes del hombre industrioso.
¿Quién es aquel que ha adquirido fortuna, que se ha elevado al poder, que se ha abrigado en el honor, de quien se habla en la ciudad con alabanza y que se planta ante el rey en su concejo? Es solo aquel que ha desterrado la ociosidad de su casa y le ha dicho: “Pereza, eres mi enemiga”.
El se levanta temprano y se acuesta tarde; ejercita su mente en la contemplación y su cuerpo en la acción, y preserva la salud de ambos.
El hombre perezoso es una carga para sí mismo, sus horas pesan sobre su cabeza; divaga, errabundo, y no sabe que quisiera hacer.
Sus días pasan como la sombra de una nube y no deja tras de sí ningún signo al recuerdo. 
Su cuerpo esta quebrantado por la falta de ejercicio; desea acción, pero no tiene fuerzas para moverse; su mente está en tinieblas; sus pensamientos son confusos; anhela el conocimiento, pero no tiene diligencia.
Quisiera comer la almendra, pero detesta el trabajo de romper su cáscara. 
Su casa está en desorden, sus sirvientes despilfarran y alborotan, y el corre hacia la ruina; lo ve con sus ojos, lo escucha con sus oídos, sacude la cabeza y desea, pero no tiene resolución; y así la ruina vendrá sobre él como un torbellino, y la vergüenza y el arrepentimiento descenderán con él a la tumba. Sin embargo vendrá un día en que desde los Cielos tu Alma regresara y reunirá el polvo y lo animara.
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