Acepta para ti una esposa y obedece las disposiciones de Dios; toma para ti una esposa y sé un miembro fiel de la sociedad. 
Pero procede con cuidado y no resuelvas bruscamente. De tu elección presente depende tu felicidad futura.
Si ella invierte mucho tiempo en trajes y adornos; si está enamorada de su propia alabanza; si ríe mucho y habla en voz muy alta; si su pie no mora en la casa de su padre y sus ojos miran con atrevimiento los rostros de los hombres, entonces, aunque su belleza fuera como el sol en el firmamento, aparta tu rostro de sus encantos, aparta tus pies de su sendero y no dejes que tu mente caiga presa, de las seducciones de la imaginación.
Pero si encuentras en ella sensibilidad de corazón, junto con suavidad de modales, con una mente desarrollada y una forma agradable a tu gusto, entonces llévala a tu casa, pues es digna de ser tu amiga, tu compañera en la vida, la esposa de tu pecho.
Quiere y apréciala, como una bendición que te ha enviado el Cielo; que la suavidad de tu conducta te haga querido a su corazón.
Ella es la dueña de tu casa; trátala, pues, con respeto, para que tus siervos la obedezcan.
No te opongas a su inclinación sin causa alguna; ella es la compañera de tus preocupaciones, hazla también la compañera de tus placeres.
Reprueba con suavidad sus faltas, no le pidas con rigor la obediencia.
Confía tus secretos a su pecho; sus consejos son sinceros y no serás engañado.
Sé fiel a su lecho, porque ella es la madre de tus hijos.
Cuando el dolor y la enfermedad la ataquen, deja que tu ternura suavice su aflicción; una mirada tuya llena de piedad y amor mitigará su dolor o apaciguará su angustia y será más valiosa que diez médicos. 

Considera la ternura de su sexo, la delicadeza de su cuerpo, y no seas severo con sus debilidades, pues debes recordar tus propias imperfecciones.
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