La paz de la sociedad depende de la justicia; la felicidad de los individuos depende de que puedan gozar en paz de todas sus posesiones.
Conserva, pues, los deseos de tu corazón dentro de los límites de la moderación; deja que la mano de la justicia te guíe rectamente.
No mires con malos ojos los bienes de tu vecino; que su propiedad, sea la que fuere, sea sagrada a tu mano.
No dejes que te seduzca la tentación, ni que la provocación te excite a levantar tu mano azarosamente contra su vida.
No hables mal de su carácter ni rindas falso testimonio contra él.
No corrompas a su sirviente para que lo engañe o lo abandone, y a la esposa de su corazón, ¡no la tientes al pecado!
Esto sería un dolor para su corazón que no podrías remediar; un perjuicio en su vida que ninguna reparación podría sanar.
En tu trato con los hombres sé imparcial y justo, y no les hagas]0 que no quisieras que te hicieran.
Sé fiel con cuanto te confíen y no engañes al hombre que se fía de ti, ten la seguridad de que es a los ojos de Dios un mal menor el robar que el traicionar.
No oprimas al pobre, ni defraudes en su contrato al trabajador.
Cuando vendas para obtener ganancia, escucha el murmullo de la conciencia y conténtate con moderación; tampoco te aproveches de la ignorancia del comprador:
Paga las deudas a que estás obligado, porque quien te dio crédito confió en tu honor, y retener lo que le debes es mezquino y es injusto.
Finalmente, ¡oh hijo de la sociedad! examina tu corazón, llama en tu ayuda a la memoria, y si en cualquiera de estos tratos hallas que has cometido alguna falta, entristécete y avergüénzate de ti mismo, y haz una pronta reparación en lo más que esté a tu alcance.Descarga y comparte la siguiente imagen:
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