La hermosa nobleza no reside sino en el Alma, ni hay verdadero honor sino en la bondad. Los crímenes no pueden exaltar al hombre que los comete hasta la gloria verdadera, ni el oro puede hacer nobles a los hombres. Cuando los títulos son recompensa de la virtud, cuando aquel que ha servido a su país tiene elevación, entonces el que concede los honores tiene gloria, lo mismo que quien los recibe, y el mundo se beneficia con esto. ¿Quieres que te eleven por algo que nadie sabe qué es? ¿O prefieres que los hombres digan: por qué? Cuando las virtudes del héroe defienden a sus hijos, sus títulos también los acompañan; pero cuando aquel que los posee es diferente de quien los merece, ¿no lo llaman entonces degenerado? Se estima al honor hereditario como al más noble; pero la razón aboga por quien lo ha adquirido. Aquel que careciendo de méritos apela a los actos de sus antepasados para fundar su propia grandeza, es como el ladrón que reclama protección refugiándose en la pagoda. ¿De qué sirve al ciego que sus padres hayan podido ver? ¿En qué beneficia al mundo la elocuencia de su abuelo? ¿Y también, qué importa a quien está lleno de bajeza que sus predecesores fueran nobles? Una mente inclinada a la virtud hace grande a su dueño, y sin títulos lo elevará por encima del vulgo. Adquirirá honores mientras otros los reciben, ¿y entonces no les dirá: "así fueron los hombres de quienes os gloriáis en descender"? Como la sombra acompaña a la substancia, así el verdadero honor acompaña al bien. No digas que el honor es hijo de la audacia, ni creas que los azares de la vida pueden pagar su precio; el honor no se debe a la acción, sino a la manera de llevarla a cabo. No a todos se llama para guiar el timón del estado; ni los ejércitos son mandados por cualquiera; haz bien lo que se te confíe y la alabanza estará contigo. No digas que es necesario conquistar las dificultades, o que el trabajo y el peligro obstruyen la vía que conduce a la fama. ¿No se alaba a la mujer casta? ¿El hombre honesto no merece honores? La sed por la fama es violenta; el deseo del honor es poderoso; y Aquel que nos los da; los da con algún objeto importante. Cuando las acciones desesperadas son necesarias para el público, cuando nuestras vidas están expuestas por el bien de nuestro país; ¿qué puede dar más fuerza a la virtud, si no es la ambición? Lo que deleita a la mentalidad noble no es recibir el honor, su orgullo está en merecerlo. ¿No sería mejor que los hombres dijeran: "Por qué no tiene este hombre una estatua", más bien que preguntaran por qué la tiene? El ambicioso será siempre el primero entre la muchedumbre; él empuja hacia adelante y no mira hacia atrás. Hay más angustia en su mente porque otro se le vaya a poner delante, que alegría de dejar atrás a millares. La raíz de la ambición está en todo hombre, pero no se desarrolla en todos. El miedo la detiene en algunos en muchos es la modestia quien la suprime. El honor es el atavío interno del Alma; la primera cosa que se le pone junto con la carne, y la última de que se despoja al separarse de ella. Es un honor para tu naturaleza el actuar de manera digna; cuando la diriges hacia fines incorrectos, ella se avergüenza y te destruye. En el pecho del traidor la ambición está escondida, la hipocresía esconde su rostro bajo su manto y el frío disimulo le da fácil palabra, pero finalmente los hombres verán lo que es. La serpiente no pierde su veneno aunque esté adormecida por el invierno; el diente de la víbora no se quiebra aunque el frío le cierre la boca; apiádate de su condición y ella te mostrará su espíritu; caliéntala en tu pecho y te dará la muerte. Aquel que es verdaderamente bueno ama a la virtud por ella misma; desdeña el aplauso que la ambición busca. Que digna de lástima sería la bondad si no pudiera ser feliz sino con la alabanza de otro. Es ella demasiado noble para buscar recompensa y no desea retribución. Mientras más alto sube el sol menor sombra proyecta; así mismo, mientras mayor es la bondad menos desea la alabanza; sin embargo, no puede impedir la retribución en honores. La gloria, como una sombra, huye de quien la persigue, pero sigue los pasos de quien huye de ella; si la halagas sin mérito jamás la alcanzarás; si la mereces, aunque te ocultes, jamás te abandonará. Busca lo honorable, haz lo que es recto, y el aplauso de tu propia conciencia será para ti una alegría mayor que las exclamaciones de millones de personas que no saben que lo mereces.
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