Si hay un vicio mayor que el de almacenar las riquezas es el de emplearlas en fines inútiles. 
Aquel que pródigamente desperdicia lo que tiene, roba al pobre de lo que la naturaleza le dio como derecho. 
El que prodiga su tesoro rechaza los medios de hacer el bien; se niega a sí mismo la práctica de las virtudes cuya recompensa está a sus alcances, cuyo fin no es otro que el de su propia felicidad. 
Es más difícil estar bien teniendo riquezas, que estar tranquilo sin ellas. 
Él hombre se gobierna con más facilidad en la pobreza que en la abundancia. 
La pobreza sólo requiere una virtud: paciencia para soportarla; el rico si no tiene caridad, templanza, prudencia y muchas otras más, es culpable. 
Al pobre sólo se le ha encomendado cuidar de su propio bien; al rico le toca el bien de millares de personas.
Quien da su tesoro sabiamente, se libra de sus males; el que guarda todo aumento, va acumulando tristeza.
No rehúses al extraño lo que él necesita y no niegues a tu hermano lo que tú mismo quieres. 
Debes saber que hay más placer en estar sin lo que has dado, que en poseer millones cuyo empleo ignoras.

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