Escucha las palabras de la prudencia, atiende a su consejos y guárdalos en tu corazón; sus máximas son universales y todas las virtudes se apoyan en ella; ella es la guía y la dueña de la vida humana.
Pon un freno a tu lengua; pon una guarda ante tus labios no sea que las palabras de tu propia boca destruyan tu paz.
Que aquel que se burle del cojo tenga cuidado de no empezar a cojear; quien quiera que hable con gusto de las faltas de otro, escuchara sus propias faltas con amargura en el corazón.
Del mucho hablar viene el arrepentimiento, pero en el silencio esta la seguridad.
El hablador es un perjuicio para la sociedad, el oído está harto de su murmuración, el torrente de sus palabras acaba con toda conversación.
No te vanaglories de ti mismo, porque eso traerá desprecio sobre ti; tampoco desprecies a otro, porque es peligroso.
Una chanza amarga es el veneno de la amistad, y el que no puede frenar su lengua se verá en dificultades.
Provéete de todo lo necesario que cuadre a tu condición; sin embrago no gastes todo lo mas que puedas; que la previsión durante tu juventud puede ser la consolación de tu vejez.
Que tus propios quehaceres ocupen tu atención; deja los cuidados del estado quienes lo gobiernan.
Que tu recreación no sea costosa, para que el dolor de comprarla no exceda el placer de gozarla.
Que la prosperidad no saque los ojos a la circunspección, ni la abundancia corte las manos a la frugalidad; quien se entrega demasiado a lo superfluo de la vida, vivirá para lamentar la falta de todo lo necesario.
En la experiencia de los demás adquiere tu sabiduría; y por los sentimientos de ellos corrige tus propias faltas.
No confíes en ningún hombre antes de haberlo probado; sin embargo, no desconfíes sin razón; eso es falta de caridad.
Pero cuando hayas probado que un hombre es honesto, enciérralo en tu corazón como un tesoro, y considéralo como una joya de inestimable precio.
Rehúsa los servicios del mercenario; pudieran se para ti una celada; jamás te verías libre de obligación.
No uses hoy lo que mañana pudieras necesitar; ni dejes tampoco al azar lo que la previsión pudiera darte, o lo que el cuidado pudiera prevenir.
Sin embargo, ni aun de la prudencia esperes un triunfo infalible, porque el hombre no sabe lo que pudiera traer la noche.
No siempre el tonto es desgraciado, ni siempre afortunado el sabio; sin embargo, jamás gozo completo el tonto, ni el sabio fue jamás del todo desgraciado.
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